Sádaba Rodríguez, I.; Domínguez Sánchez-Pinilla, M.; Rowan, J.; Martinez, R. y Zemos 98. Barcelona: Virus, 2013, 152 págs.Ensayo
¿No es el arte un juego entre todos los hombres de todas las épocas?Marcel Duchamp (p. 130) La Tragedia del copyright propone una lectura intrépida sobre la construcción de la noción de propiedad en torno al saber y el conocimiento, a la vez que muestra que éste ha sido siempre un terreno de conflicto en campos tan diversos como la ciencia, la agricultura, la producción artística o la cultura popular.Su objetivo manifiesto es “ofrecer herramientas que nos permitan avanzar tanto en la reflexión como en la práctica sobre un campo de lucha fundamental... ya que el capital no sólo se apropia de lo (poco) que tenemos, sino también de lo (mucho) que sabemos”. (p.6) Con ese fin, el libro expone dos secciones de creación colectiva bien diferenciadas. La primera, a cargo de Sábada Rodriguez y Dominguez Sánchez-Pinilla, hace un esbozo histórico del proceso de construcción del discurso privatizador de la propiedad intelectual (PI). La segunda sección analiza las industrias culturales hegemónicas y las alternativas a éstas. Esta sección estuvo a cargo de Rowan, Martinez y el colectivo Zemos 98. Otra de las ideas fuertes del libro es la importancia, y potencialidad, de Internet y la tecnología electrónica a la hora de comunicar, reproducir o compartir información. Los autores entienden que estos adelantos han puesto en jaque el modelo y los intereses de las industrias que privatizan los resultados de la creación intelectual, sin embargo observan con preocupación cómo los grandes núcleos de medios han dejado de producir contenidos para proveer plataformas que albergan los contenidos generados ahora por millones de usuarios.El libro, coherente con su línea editorial, se ha publicado bajo una licencia Creative Commons.
Un repaso por el índice, por cierto ordenado por temas de forma explicita, detalle que un lector avezado agradecerá. La primera parte Dominicio público, bien común y propiedad intelectual propone encabezados fascinantes y combativos como “Propiedad, apropiación y socialización del pensamiento...” o “Patentes: amos de la ciencia...” que intentan responder si la propiedad intelectual es un bien público o una mercancía privada. Al mismo tiempo, los autores hacen hincapié en la política del conocimiento, un aspecto usualmente “ninguneado” (p.8) en el marco de los derechos de autor.El título “Libertad Social, libertad económica y acceso a la cultura” relata historias de derechos de autor y patentes que reflejan un devenir minado de conflictos y recovecos. Lo apreciable es que al escrutarse con detenimiento las huellas de la PI se localizan numerosas transformaciones sociales indisociables a la norma como la generalización de la propiedad privada, la emergencia del trabajo intelectual, el papel de la tecnología, la ciencia, la innovación y la creatividad en la economía y la regulación legal del conocimiento.El título quinto describe las diferencias y antagonismos entre dominio público, bien común y propiedad privada. Por su parte “La guerra de la información” desnuda el instinto regulador del capitalismo, demostrando que ya no existen ámbitos libres de regulación donde los sujetos estemos en “estado de naturaleza” o en armonía con nuestros deseos. El último título de la primera parte se ocupa críticamente de las entidades de gestión de derechos de autor y llega a nominarlas como un (para) Estado dentro del mercado cultural.La segunda parte Industrias culturales, industrias creativas y fugas del modelo dominante hace una breve genealogía e historia de las Industrias Culturales, desde la crítica de Adorno y Horkheimer hasta el paradigma actual, deteniéndose en la expansión discursiva de la cultura como factor de desarrollo, caballito de batalla de los modelos urbanísticos de “éxito”.Luego, hacen foco en el crecimiento y expansión de las industrias culturales hacia la noción de industrias creativas haciendo evidente que el desarrollo económico ya no depende de forma exclusiva de la transformación y explotación de materias primas sino que la creatividad, los saberes, los afectos, el habla y los cuidados son elementos primordiales para la producción contemporánea.El tercer título presenta la hermosa idea de “cuencas creativas o de cooperación” (Negri, 1996) que permite indagar el carácter intrínsecamente participativo de las industrias creativas.
En ese sentido, las cuencas de cooperación se presentan como espacios que desbordan por completos los confines de fábricas y empresas. El conocimiento y la creatividad apelan a la capacidad cooperativa del cuerpo social y a su potencial. Vemos de forma clara la tensión entre un modelo productivo que depende de saberes e ideas de estas cuencas creativas pero cuyo mecanismo de valoración depende de cercarlas y venderlas bajo la rúbrica cerrada de la autoría.En “Fugas al modelo dominante” vemos como el modelo tradicional activa la naturalización de ciertos conceptos para reforzar la cuestión del autor como genio. Referentes de la “obra abierta” como Barthes y Eco ya explicaban en la década del 60 que la autoría había muerto, el collage y el apropiacionismo, propios de las vanguardias, se forzaron para ubicarlos en la también interesadamente llamada “democratización cultural” y la remezcla, en su carácter político, como un sistema operativo cultural. Este apartado usa ejemplos candentes como lo fue el caso de la Macarena, un caso de free rider ―elemento analítico muy presente en la teoría de los commons—.En el último apartado presentan las “empresas del procomún” y otros experimentos de gestión colectiva de la PI. Denominan “empresas del procomún” a los modelos económicos híbridos que reflejan diferentes coyunturas y realidades pero que tentativamente se identifican con el copyleft, la neutralidad en la Red y la inspiración de los movimientos de software libre. No es un fenómeno novedoso, muchos de estos agentes hace ya tiempo que armonizan los contenidos con sus modelos productivos ofreciendo alternativas más sostenibles y responsables con el procomún. Este apartado nos deja gusto a poco ya que son muy pocas las alternativas a la propiedad intelectual convencional. Esperaba encontrar alguna clase de redefinición de la categoría de trabajador intelectual. Tampoco describen que iniciativas o soluciones viables han encontrado para una retribución justa de actividades artístico-culturales. La opción parece ser dejar esas cuestiones abandonadas a la espontaneidad de la red, elemento que curiosamente me remite a la opción liberal de acoplarse a la espontaneidad del mercado.
Para finalizar esta reseña destaco la perspectiva genealógica del libro. Ese recurso riguroso permite advertir con facilidad el camuflaje naturalizador sobre varios procesos que son hechos históricos producto de tensiones e intereses en pugna. A la vez, la aproximación histórica e interpretativa permite entender las conceptualizaciones fundamentales de la PI así como el complejo proceso de orquestación de una retórica restrictiva. El texto resulta muy útil para tomar conciencia y conocer los debates más actuales de la PI. Desde mi punto de vista los autores trascienden el objetivo del libro ya que han dejado una hoja de ruta audaz y analítica sobre las relaciones entre el poder y el saber. María Laura MendozaBuenos Aires, octubre de 2016Agradecemos especialmente a Virus Editorial por proporcionar la versión digital del libro sin cargo para la realización de esta reseña de la Revista ACC.